La palabra resolución se refiere al acto y consecuencia de resolver. La posibilidad de encontrar una solución a una determinada situación y actuar en consecuencia con las decisiones que se decidan tomar. Esta palabra suele estar asociada también a la determinación y el valor para enfrentar cualquier tipo de adversidad o contratiempo. Contar con el ánimo y el coraje para cambiar las circunstancias que consideramos anticuadas o que han dejado de brindarnos utilidad es un paso importante en nuestras vidas.
Identificar patrones que lejos de desarrollarnos nos aletargan o detienen es nuestra responsabilidad. Así, el poder de la voluntad se vuelve una herramienta porque muchas veces el cambio puede estar acompañado de un fantasma que llamamos: miedo.
Queremos el cambio, pero también tener al mismo tiempo la certidumbre de que la decisión tomada, el camino elegido o cualquier tipo de alteración en nuestra vida, será atinado. Esta certeza no la podemos asegurar debido a que los resultados pueden inferirse, pero sólo podrán comprobarse con el paso del tiempo.
Como coach, en pláticas con mis clientes que tienen que tomar este tipo de decisiones reafirmamos que los caminos que se eligen con la información que se tiene, el contexto y el momento siempre son adecuados. Esto de alguna forma nos brinda seguridad porque sabemos que bajo este esquema estamos haciendo lo correcto. También sabemos que hay cierta carga de duda que sustituye al miedo, pero con el paso del tiempo comprobamos los resultados y podemos reafirmar nuestras posturas iniciales.
Los cambios que nos mueven de la zona de comodidad son los más difíciles enfrentar, pero los más gratificantes también. Un nuevo trabajo, decidir poner un negocio arriesgando los ahorros, un cambio de ciudad en búsqueda de nuevos horizontes. En fin, cualquier situación que nos haga movernos del lugar en el que nos encontramos a uno totalmente nuevo, distinto y desconocido.
Arriesgarse es adrenalina pura, y creo que la vida es disfrutar el viaje que te lleva al destino que tú quieres.
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